Del Libro "Entre Prosa y Verso"
La insolencia fue tan grande y tan impertinente
que es necesario relatar esta cruel historia
para que sirva de advertencia
y no se repita por los siglos de los siglos...
Al recién nacido
lo arroparon entre blondas de lujo.
Más para su desgracia,
antes del primer biberón,
le regalaron un bonito reloj
que situaron cerca de su cuna.
El reloj, mecánico, disfrutaba haciendo sonar su tictac.
Pero su rítmico sonido se encajaba en las blandas neuronas del bebé.
Cada latido del engendro
compulsaba al recién nacido.
Tictac, tictac, tictac, tictac...
El tiempo pasó.
José cazaba patos:
¡Pan, pan...!
José contaba millones:
Un millón, dos millones...
José guiñaba el ojo:
Una mujer, otra mujer.
Nadie se explicaba por qué tenía un tic en el ojo derecho.
Ni por qué evitaba el tablero de ajedrez.
Por qué lucía un pendiente en una oreja
y en la otra oreja no lucía ningún pendiente.
Pero ya sabemos quien tuvo la culpa.
Jesús de Torres Cabezudo
Madrid, 7-1-77
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